viernes 9 de marzo de 2012 EL PAIS. com / La Comunidad
Despachos de Letras
por Antonio G. Maldonado
Argentina y sus presidentas. Memoria del Miedo de Andrew Graham-Yooll.
De este miedo permanente, paralizante y opacado por los crímenes más atroces, los secuestros de niños y las torturas, habla uno de los mejores libros de crónicas sobre Argentina, sobre el América Latina en general.
Hablo de Memoria del miedo (Libros del Asteroide, 2006), del periodista angloargentino del Buenos Aires Herald (diario en inglés que llegó a dirigir) Andrew Graham-Yooll. Tal y como el autor afirma: "La crueldad ha arrasado el continente. Un continente que los escritores europeos no supieron comprender y que sólo unos pocos latinoamericanos han logrado desentrañar". Desde luego, él es uno de esos pocos.
Las crónicas incluídas en Memoria del miedo (que había sido anteriormente publicado en inglés, idioma en el que se publicaron muchas de ellas en distintos medios) abarcan el período comprendido entre 1973 (año del regreso de Perón de su exilio en Madrid), hasta el regreso del autor a Buenos Aires en 1980, tras su propio exilio en Londres, adonde se hubo de marchar tras las repetidas y creíbles amenazas.
De las ruedas de prensa clandestina de las guerrillas, hasta las amenazas que sufrió por parte de los grupos de extrema derecha afines al Gobierno por haberlas cubierto, de la muerte y desaparición de amigos y conocidos, da buena cuenta Graham-Yooll en su libro. Como botón de muestra de la atmósfera de delirio a veces surrealista que sacudió al país, baste leer lo relatado en el capítulo "El archivo fotográfico". Un fotógrafo de una revista de izquierda es secuestrado por un grupo de extrema derecha, se dirigen a Ezeiza a ejecutarlo, aunque antes deciden pasar por la revista para cerciorarse de que los descargos que sobre su trabajo hace el fotógrafo son ciertos. Finalmente, lo liberan, no sin la preceptiva dosis de humillación. No obstante, el fotógrafo recibe meses después una carta en su casa de parte de uno de sus secuestradores, quien le pide disculpas por el malentendido y lo invita a él y a su familia a cenar a un restaurante que acaba de abrir. Al llegar, allí lo reciben como a un viejo amigo. El jefe de los secuestradores es el dueño, y sus esbirros los camareros. Y él come tranquilamente como si estuviera en el bar de su mejor amigo.
Pese a esta anécdota, el clima del libro es otro. Una atmósfera opresiva que hace que, si bien sabemos de antemano que el autor sobrevivió, nos hace temer en cada capítulo que acabarán por matarlo. Dijo Graham Greene sobre Memoria del miedo: "Todos hemos conocido momentos de terror, pero nunca he leído un libro que transmita de tal forma lo que es vivir en un estado de terror permanente".
"No existe nada no convencional en el camino hacia la muerte". Esa frase, escrita en otro capítulo del libro, describe cabalmente la Argentina del delirio de los 70 y principios de los 80. Libro fundamental para bajar al barro del día a día, opacado por los grandes personajes (Perón, Evita) y los grandes sucesos (matanza del Aeropuerto de Ezeiza, fuga de la cárcel de Trelew, golpe de Estado o guerra de las Malvinas).