dibujo: Pablo Temes, 2012

sábado, 25 de febrero de 2012

Terrorismo de ESTADO en ONCE

sábado 25 de febrero de 2012                    PERFIL - edición n° 653
CORREO CENTRAL
 
por Andrew Graham-Yooll 



Cada tragedia produce un gran dolor, un duelo, luego alguna protesta a la que sigue una serie de juicios civiles. Después viene el olvido.

Hay demasiadas tragedias cada semana en la vida de los argentinos. Nos horrorizamos ante el incidente y al poco tiempo bajamos la cortina como defensa, ocurre tanto que no podemos abarcarlo.  Las tragedias, que les dicen, son muchas.  Son esos horrendos choques y muertes en cualquier camino o ruta, que se deben a un desvío producido por obsolescencia, por una borrachera o por pésimos caminos. Nos horrorizamos ante esa destrucción de adolescentes, de familias enteras, camino al veraneo y al descanso, donde queda en la ruta mal marcada un flotador, una muñeca, una tabla de surf, que pertenecieron a gente linda, destruida.  Y están los incidentes individuales, que sólo notan los programas de radio porque tienen que llenar unos segundos, el ciclista, el motoquero, el peatón, muertos, el pendejo en la picada, que mata. Y siguen las tragedias: como el tipo que fue filmado en la  Ruta 2 y que zigzagueaba buscando matar a alguien, y logró el muerto, un tipo joven.  A todo esto llamaremos tragedia y accidente hasta que nos demos cuenta que no fueron accidentes. Fueron homicidios. En los últimos cuatro días hemos visto que la masacre en la estación Once tiene responsables, empresarios, funcionarios, gobierno, estado. Lo denunciaron desde antes los sindicalistas, obreros, pasajeros, y ya que estamos, también Pino Solanas se adelantó con su película. También la prensa oficialista buscaba culpables entre empresarios y concesionarios.  Pero los empresarios son amigos del poder que les regala plata a los amigos, que incluyen a la prensa oficialista que busca culpables. El conjunto se llama corrupción.

Las masacres en la guerra se atribuyen a los mercaderes de armas. Esto es más o menos igual. La masacre de Once es atribuible a los amigos del poder que, como gatilleros protegidos, gerencian el desastre colectivo con el beneficio de subsidios y por omisión de cuidados, falta de reparaciones, riesgos inútiles, ambición de dinero, codicia e indiferencia frente al sufrimiento ajeno. Nuestro problema, en la prensa, es que la corrupción ha llegado a tal grado que es imposible cubrirla: no alcanzarían todos los periódicos, ni sus abundantes suplementos, ni aun si se plegara la oficialista, para dar cabida a la corrupción que vivimos en nuestro país. La resultante es la muerte, causada por esta nueva forma de terrorismo de estado. Recordemos así a la masacre de Once.